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Lunes, 23 Noviembre 2020 09:55

Cartas. Emociones y emigración

Extractos del texto y de algunas cartas en las que se basa el artículo de María José Fernández Vicente y Alicia Gil Lázaro " Emociones y sentimientos en la emigración familiar española a América (siglo XX). Perspectivas de análisis

De manera general los proyectos migratorios se solían elaborar en el seno familiar y todos los miembros, tanto los que marchaban como los que se quedaban, se veían afectados de una u otra manera por este proyecto vital colectivo. Se fuera uno o varios miembros, todos a la vez o escalonadamente —a través de la reagrupación familiar—, la emigración era usualmente un emprendimiento de la comunidad emocional familiar.

El momento de la partida cristaliza los sentimientos, a menudo contradictorios, que envuelven al conjunto de la familia frente a la emigración. Por un lado, la idea de emigrar se ponía en marcha ante la expectativa de una mejora en las condiciones de vida, de modo que generaba sentimientos como la ilusión y la esperanza, tanto en los que realizan el viaje como los que lo apoyan quedándose.

Pero la emigración también era percibida como una tragedia que separaba a las personas físicamente. La distancia dividía a las familias por lo que no era de extrañar que imperaran los sentimientos de tristeza y desarraigo.

"Yo, aunque disimulaba, sentía como una tristeza al pensar que sería la última fiesta que estaría en casa, ya que el sábado siguiente, Sábado de Gloria, era el día de mi partida para la Argentina. [...] Empecé a despedirme de mis amistades. Fui a San Andrés a despedirme de mis familiares, tíos, tías y primos. Todos quedaron muy tristes y no hubo ni uno solo que me alentara, que es lo que yo hubiese querido. Me ponían aún más triste. Nos despedimos con mi hermana menor, porque tenía que ir a la fábrica muy temprano. Fue una despedida tremenda, ya que esta hermana y yo éramos los dos hermanos que más nos queríamos. Lloró hasta que se llenó y yo tuve que hacer lo mismo."

(Marsal, Juan Francisco, Hacer la América. Biografía de un emigrante, Barcelona, Editorial Ariel, 1972)

Los sentimientos de incertidumbre ante lo desconocido y el desasosiego que esta generaba son también característicos del mundo de la emigración y estaban especialmente presentes en el momento de la partida. Cuando la emigración dejaba en tierra a una parte del núcleo familiar (lo cual fue característico en las primeras décadas del siglo XX, cuando marchaban sobre todo los hombres), esta se veía especialmente afectada por sentimientos de zozobra ante la separación y los posibles riesgos del viaje.

[...] Te vas, procura mirar siempre por ti. Nosotros quedamos en casa y trabajando no nos faltará qué comer pero tú eres solo, puedes enfermarte o puede que algún día te falte el trabajo por cualquier circunstancia, y si no tienes algo tuyo pudieras verte necesitado y pasar hambre [...] Lo primero que has de observar es una conducta intachable: honradez, obediencia, constancia y buena voluntad, cualidades son que abren las puertas y recomiendan al individuo en todas partes [...]. Escribe tan pronto como puedas y adiós hijo”. Diciendo esto y dándome un abrazo y un beso en la frente, se retiró mi padre quedando yo abajo en el camarote sumido en la mayor tristeza6.

(Sobrino Mijares, Cayetano, Memorias de un emigrante asturiano. La Habana y Veracruz (1871-1908), Xixón, Muséu del pueblu de Asturies, 2012.Sobrino Mijares, 2012: 29-30)

La añoranza, por otro lado, constituía el sentimiento más característico del universo emocional de las familias participantes en el fenómeno migratorio, aunque no afectaba a sus integrantes del mismo modo. Para los emigrantes, la nostalgia se fundamentaba en el sentimiento de pérdida de un lugar y de unas personas, de un tiempo pasado, mientras que los familiares que se quedaban añoraban esencialmente al ser que emigró. Sus expectativas eran distintas y sus emociones también. En cualquier caso, para unos y otros la nostalgia remitía a un sentimiento de pérdida de un día a día compartido (ritos, fiestas, labores, etc.), que atenuaban en la correspondencia relatando sus quehaceres cotidianos o detalles anecdóticos.

En la correspondencia con su hermano, el gallego Germán González Añel, emigrado a Montevideo en los años cincuenta, le confesaba a Serafín: «Excuso decirte en el silencio de la noche las veces que me acuerdo de todos vosotros y digo qué estarán haciendo [...]

(Soutelo Vázquez Raúl, De América para a casa: correspondencia familiar de emigrantes galegos no Brasil, Venezuela e Uruguay (1916-1969), Santiago de Compostela, Consello da Cultura Galega, 2001)

Elisea Riquer desde Barcelona le pedía a su padre:

... Cuídate mucho y dime si no debo esperarte. Así van derrumbándose una por una mis ilusiones para dejar paso a la amargura que me domina y se apodera de mí a pasos agigantados. Mama te abraza, no te escribe porque está muy débil pero no te olvida un solo instante. Y de tu hija recibe el amor más grande junto con la adoración."

(Carta de Elisea de Riquer a su padre Manuel de Riquer (9 de junio de 1920). Archivo General de la Adm.) 

El artículo completo en  https://doi.org/10.4000/alhim.8658

Publicado en Diario